Somos los vecinos más cercanos del
continente africano y aún es el gran desconocido para nosotros,
aunque ellos sí saben bien donde estamos y cómo vivimos. Nos
quieren imitar y por eso se esfuerzan en saltar las vallas y los
muros que les ponemos.
Según los científicos, el primer
humano salió de África, así que les debemos hasta la especie, pero
nos empeñamos en darles la espalda y cerrarles la puerta.
Mercedes con un grupo de jóvenes del internado en Lilongwe. |
Hay excepciones en casos de algunas
empresas que saben del potencial africano y empiezan a producir en
ésa tierra y, de paso, a crear trabajo sobre el terreno. También
nos acordamos de África en momentos de Cooperación Internacional y
ayuda al desarrollo. Son migajas, pero llegan. Los que también
llegan y permanecen son los misioneros, que echan raíces como las
del baobab y ya no son capaces de dejar el continente.
Hoy quiero escribir sobre mi amiga
Mercedes Arbesú (Santa Marina, Siero, 1964). Mercedes es una periodista que nunca dejó de escribir
(ahora en su blog El silencio del baobab: mercedesarbesu.com), pero sí abandonó las redacciones
por la vida religiosa y desde hace casi veinte años pertenece a la
congregación de las Hermanas de María Mediadora. Pasó la
mayor parte de éste tiempo en África, en concreto en Malawi, un
país pobre del Sur, que aquí ni nos suena, pero que existe y este
año pasará hambruna, una vez más, a causa de las malas cosechas.
Mercedes en el 98, su primera etapa. (I.C) |
Mercedes sí conoce Malawi y sabe que
será muy difícil que salgan de la miseria. Saldrán en el momento
que apuesten seriamente por la educación. Estos países se la juegan
con la educación, afirma la misionera asturiana. Es un círculo
vicioso que describe muy bien Paul Collier en su libro El club de
la miseria, donde nos cuenta qué falla en los países pobres y
cómo se podría corregir el rumbo.
Mercedes, superiora regional en Malawi, vive el día a día de la pobreza en la misión de Lilongwe, la capital del país. También regentan un hospital en Mlale y otra
misión para huérfanos en Chezzi.
En su caso, están centradas en
contribuir a que puedan estudiar 75 niñas y jóvenes de barrios
marginales, a las que ofrecen un internado próximo al centro
escolar. Un programa financiado por la organización Mujeres por
África y tiene como efecto colateral evitar muchos matrimonios de
adolescentes. Las familias optan por buscarles marido para librarse
de una boca en la casa. Si la niña está en un internado y no es una
carga, no se preocuparán en casarla.
El programa Sunrise, amanecer en
castellano, ayuda a un grupo de ancianos. Les ofrecen una comida
caliente una vez a la semana, una especie de fariñes muy
nutritivas que llevan cacahuete, aceite, leche, azúcar y soja, entre
otros ingredientes, y les dan alimentos para llevar.
Plato de comida para los mayores. |
En esta misión también tienen huerta,
su gran despensa para alimentar tantas bocas. Y agua de riego, almacenada en un gran
aljibe en la época de lluvias, la consiguen gracias a un proyecto financiado por Manos
Unidas de España.
(Aprovecho para felicitar al equipo de
Manos Unidas de Villaviciosa que se dejan la piel y muchas horas de
su tiempo en el mercadillo que organizan cada año para reunir euros que financian programas de cooperación. Es otra forma de ser
misionera o misionero).
El anciano que está junto a Mercedes en ambas fotos es la misma persona: el abuelo de Maite, -huérfana en la misión de Chezzi-, al que ayudaban a finales del siglo XX y siguen haciéndolo ahora, 18 años después.
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