viernes, 9 de septiembre de 2016

África, el vecino incómodo

Isolina Cueli
Somos los vecinos más cercanos del continente africano y aún es el gran desconocido para nosotros, aunque ellos sí saben bien donde estamos y cómo vivimos. Nos quieren imitar y por eso se esfuerzan en saltar las vallas y los muros que les ponemos.
Según los científicos, el primer humano salió de África, así que les debemos hasta la especie, pero nos empeñamos en darles la espalda y cerrarles la puerta.
Mercedes con un grupo de jóvenes del internado en Lilongwe.
Hay excepciones en casos de algunas empresas que saben del potencial africano y empiezan a producir en ésa tierra y, de paso, a crear trabajo sobre el terreno. También nos acordamos de África en momentos de Cooperación Internacional y ayuda al desarrollo. Son migajas, pero llegan. Los que también llegan y permanecen son los misioneros, que echan raíces como las del baobab y ya no son capaces de dejar el continente.
Hoy quiero escribir sobre mi amiga Mercedes Arbesú (Santa Marina, Siero, 1964). Mercedes es una periodista que nunca dejó de escribir (ahora en su blog El silencio del baobab: mercedesarbesu.com), pero sí abandonó las redacciones por la vida religiosa y desde hace casi veinte años pertenece a la congregación de las Hermanas de María Mediadora. Pasó la mayor parte de éste tiempo en África, en concreto en Malawi, un país pobre del Sur, que aquí ni nos suena, pero que existe y este año pasará hambruna, una vez más, a causa de las malas cosechas.
Mercedes en el 98, su primera etapa. (I.C)
Mercedes sí conoce Malawi y sabe que será muy difícil que salgan de la miseria. Saldrán en el momento que apuesten seriamente por la educación. Estos países se la juegan con la educación, afirma la misionera asturiana. Es un círculo vicioso que describe muy bien Paul Collier en su libro El club de la miseria, donde nos cuenta qué falla en los países pobres y cómo se podría corregir el rumbo.
Mercedes, superiora regional en Malawi, vive el día a día de la pobreza en la misión de Lilongwe, la capital del país. También regentan un hospital en Mlale y otra misión para huérfanos en Chezzi.
En su caso, están centradas en contribuir a que puedan estudiar 75 niñas y jóvenes de barrios marginales, a las que ofrecen un internado próximo al centro escolar. Un programa financiado por la organización Mujeres por África y tiene como efecto colateral evitar muchos matrimonios de adolescentes. Las familias optan por buscarles marido para librarse de una boca en la casa. Si la niña está en un internado y no es una carga, no se preocuparán en casarla.
El programa Sunrise, amanecer en castellano, ayuda a un grupo de ancianos. Les ofrecen una comida caliente una vez a la semana, una especie de fariñes muy nutritivas que llevan cacahuete, aceite, leche, azúcar y soja, entre otros ingredientes, y les dan alimentos para llevar.
Plato de comida para los mayores.
En esta misión también tienen huerta, su gran despensa para alimentar tantas bocas. Y agua de riego, almacenada en un gran aljibe en la época de lluvias, la consiguen gracias a un proyecto financiado por Manos Unidas de España.
(Aprovecho para felicitar al equipo de Manos Unidas de Villaviciosa que se dejan la piel y muchas horas de su tiempo en el mercadillo que organizan cada año para reunir euros que financian programas de cooperación. Es otra forma de ser misionera o misionero).
El anciano que está junto a Mercedes en ambas fotos es la misma persona: el abuelo de Maite, -huérfana en la misión de Chezzi-, al que ayudaban a finales del siglo XX y siguen haciéndolo ahora, 18 años después.


No hay comentarios: