Se murió Faustino F. Álvarez y yo también me muero un poco. En el otoño de 1983 inicié con él mi vida laboral en el oficio de periodista, como le gustaba calificar nuestro trabajo. Después de dos veranos de prácticas en La Nueva España, nada más acabar la carrera, en el mes de octubre sonó el teléfono y era él. Acababan de nombrarlo director de La Voz de Asturias y quería saber si podía contar conmigo para su nuevo proyecto. Le dije que sí y vine rauda desde Madrid, donde me disponía a preparar la Tesina. Firmé un contrato de dos años que me cundieron mucho desde el punto de vista personal y profesional. De eso hace treinta años y se trabajaba con linotipias y máquinas de escribir. Estábamos en la calle del General Elorza, el dueño del periódico era gallego, y con mi primer sueldo me compré una bicicleta en la tienda de Fuente, El Tarangu.
Por causas ajenas a Faustino, que firmaba su artículo diario con el seudónimo Ulises, a final de los dos años no renové el contrato y empecé un periplo por casi todos los medios de comunicación de Asturias. Tampoco faltaron gabinetes de prensa cuando los gabinetes eran más independientes. Estuve en una consejería del PSOE sin ser afiliada a ese partido. Estuve en el de UGT sin tener carnet del sindicato y también trabajé para Sostres, cuando era del PP, en su etapa de Delegado de Educación, sin estar vinculada con la formación política. ¡Eran otros tiempos!. Un año en Bruselas también me proporcionó una visión internacional del mundo y de la prensa. Pero como la cabra tira al monte, mi referencia siempre fue Asturias. Y en el año 98 volví a recibir la llamada de Faustino, que tampoco había querido salir de Asturias, a pesar de las tentadoras ofertas que tuvo desde Madrid, y volvía, de nuevo, a la dirección de La Voz de Asturias.
La segunda llamada de Faustino fue de película. Me ofrecía trabajo, pero a la carta. Era yo la que decidía lo que quería y por eso me preguntó si quería Seguridad Social o libertad. Y yo elegí libertad. En esa fecha ya tenía claro que no servía de mucho acumular años para la jubilación, porque lo más probable es que no se llegue allá.
Esta etapa en La Voz de Asturias, que había pasado a manos de un empresario catalán, y se había mudado a Lugones, sería la última de mi vida laboral antes de iniciar un año sabático prorrogado sine die. Fueron años mágicos, con viajes por todo el mundo, por toda España y por toda Asturias. Reportajes en Vladivostok, Moscú, Nicaragua, Cuba, Estados Unidos, Malawi, Bruselas, París, Ginebra, Roma, Portugal, Almería, Zaragoza, Salamanca, Madrid, León,, Santander, Barcelona, Ceuta y todos los rincones de Asturias de Ribadedeva a Vegadeo. Nunca tuve un no a ninguna de las propuestas que le hice, aunque fueran las más inverosímiles. Faustino siempre confió en mí y eso, en un trabajo, es una gran tranquilidad. Bueno, un día sí me dijo no, pero sé que le dolió. Era un no que le venía impuesto y que formaba parte de las servidumbres que tiene el cargo de director.
¡Un abrazo, Maestro! Siempre estarás en mi corazón.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
2 comentarios:
Quiero compartir contigo Manolo ese abrazo que le das a mi director y nuestro amigo.
Javier Blanco
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