sábado, 24 de agosto de 2013

Se acabó el cachondeo, ahora ¡que se pongan a trabajar!

Luna llena de San Agustín, agosto, 2013.
Se acabó el cachondeo y el chuponeo. Ahora que se pongan a trabajar como es debido. ¿Cómo les van a dar los Juegos Olímpicos a los mismos que apoyan el Gran Casino y a los mismos que están dispuestos a saltarse la ley anti tabaco para que se pueda fumar en los casino? Es como de broma!, ¡menudos deportistas!.
Imagino que no seré la única que no quiere los Juegos Olímpicos, pero sí una de las pocas que se atreva a decirlo en público, porque debe estar mal visto.
En realidad, no es que no me guste toda esa parafernalia que conlleva la competición olímpica, pero lo que no llevo con paciencia es que nos vayamos a meter en otro gasto multimillonario del que tendrán que sacarnos las próximas generaciones.
La justificación generalizada es que la inversión se rentabiliza. Que me expliquen ¿quien la rentabiliza?, ¿los hoteles, las agencias de viajes, los bares, las televisiones?. Pues para ese viaje no hacía falta tanta alforja. Salíamos ganando si se les pagan las supuestas ganancias, a fondo perdido. El otro pufo, el que nos quedaría después del inmenso gasto que supone ese evento, no lo pagamos en dos vidas.
Uno de los últimos ejemplos de estas fantasías de ricos fue la Expo del Agua de Zaragoza. Se gastaron lo que no tenían para hacer unos edificios fantasma que ahora están cayéndose o en desuso, a pesar de que los autores se las prometían muy felices con su rentabilidad.
Hay que ser muy insensible para escuchar a diario cómo desaparecen equipos de ciclismo, de balonmano, de gimnasia rítmica, de natación, de fútbol sala, para los que no hay financiación ni ayudas, mientras se anhelan los Juegos. Y aunque sea un ejemplo local, el piragüista asturiano Milín Llamedo tendrá que financiarse su participación en el mundial de piragüismo. Eso sí es hacer patria y apostar por el deporte, al contrario de las fantasías que supone organizar unos Juegos Olímpicos y mirar para otro lado cuando los deportistas, además de poner su esfuerzo y su tiempo, tienen que aportar su dinero si quieren competir. ¡Una vergüenza!.
Y el problema, en el fondo, está en los que manejan todo ese entramado internacional, los que piden y exigen a los aspirantes a anfitriones aquello que nunca estuvo en la esencia de los juegos de la Grecia antigua.
Tienen montado un chiringuito que nadie se atreve a cuestionar ni a dejar en evidencia. Los Juegos se dan o se quitan al margen de lo deportivo. Interviene la política, la economía, los Comités Olímpicos, hasta la religión, y allá, al final, lo deportivo.
Valencia tendrá que pagar por muchos años el pufo de la visita del Papa. Teniendo en cuenta que es un evento mucho más sencillo que unos Juegos Olímpicos, ¡que Dios nos coja confesados si se les ocurre darnos el visto bueno!. Como siempre, lo pagará todo Juan Pueblo, que no tuvo ni arte ni parte en el invento, ¡vamos que no le tocó ni una croqueta de todas las comilonas y viajes que se dieron a nuestra costa!.

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