Isolina Cueli
Asgaya es una palabra bable que nos
indica la gran cantidad de manzana que hubo este año, gracias a las
buenas condiciones del clima.
Y lo que tendría que ser motivo de
júbilo se convierte en pesadilla para muchos cosecheros de manzana
que se ponen nerviosos porque creen que no van a poder vender tantos
kilos, una cantinela que se repite desde hace muchos años por falta
de profesionalidad en el sector. El ejemplo más claro es el de la
vecería o alternancia en la producción. Este año hay mucha manzana
y al siguiente menos de la mitad. En el año 87 entrevisté en Siero
a Claudio García, que había eliminado la vecería en su pomarada
gracias a una buena poda anual, al constante abonado, además de un
tratamiento con aminoácidos de síntesis en el terreno. La solución
está al alcance de todos, pero requiere trabajo e inversiones y eso
ya es más difícil de aplicar por el sistema endémico del cultivo
de la manzana en Asturias, donde se deja a los árboles a su aire.
Siempre defendí a la gente del campo,
pero en el caso de la manzana y la sidra, creo que tan de campo es
quien cosecha la manzana, como quien la transforma. Ambos se
complementan. Y así lo pude comprobar en el Concurso Exposición de
Manzana que se celebró en Villaviciosa este año. No hace falta
agudizar mucho la vista para comprobar cómo los lagareros y las
empresas están haciendo sus propias pomaradas, dando ejemplo de
profesionalidad y ganando premios por su buen hacer. Así, van
marcando la senda por la que tiene que avanzar la manera de cosechar
manzanas. Y al igual que las bodegas de vino están en medio de un
viñedo, cada día es más fácil ver las pomaradas que se extienden
alrededor de las naves de la industria transformadora. Está claro
que los lagares y las fábricas nunca van a ser auto suficientes, pero
lo intentan y me parece muy bien.
Hace treinta años ya se apostaba por
la puesta en marcha de contratos entre lagareros y cosecheros como
los que existían en el País Vasco. Es una buena solución para
ambas partes, un ten con ten difícil de aplicar en Asturias,
mientras no se controle la vecería.
Y la vecería sólo la puede
cambiar el dueño de la pomarada. En las movilizaciones de las
últimas semanas se pedía auxilio a los políticos para que
solucionen el problema y los políticos sólo saben crear organismos
y burocracia. Hasta el momento, fueron incapaces de hacer una
buena campaña formativa e informativa para acabar con la vecería.
Ahora les dio por fomentar la manzana de sidra y se abandonó por
completo la manzana de mesa, en la que Asturias fue pionera. Sólo
tenemos que ir a una frutería, más grande o más pequeña, y el
panorama es desolador. Podemos elegir entre manzana francesa,
italiana, catalana, pero apenas se ve una caja de manzana asturiana,
y eso que estamos en plena temporada. Teníamos una manzana única
por su sabor y presentación: la de mingán. Podíamos exportar asgaya de manzana de mingán o de reineta canadá y sacarle un buen valor añadido, pero nos
conformamos con ver el brillo y los colorinos de las que nos llegan
de fuera que, encima, no saben a nada.
Es posible que el siguiente problema
venga por los jornales del campo. En el Sur ya se dio la voz de
alarma por la falta de mano de obra recolectora -el año pasado
quedaron 200.000 kilos de albaricoque sin recoger- a pesar de que es
más cómodo quitar la fruta del árbol, que pañarla en el suelo,
como pasa con las manzanas de sidra. Parece que los españoles no
estamos por la labor de doblar el espinazo. En Asturias, los inmigrantes ya
dominan claramente dos apartados relacionados con el sector de la
manzana: en el campo participan en la recolección de forma masiva y
en los concursos de escanciadores, son los líderes del podium. El
reciente campeón de Asturias de escanciadores se llama Salvadór
Ondó. Es de Guinea Ecuatorial y trabaja en la sidrería El Mallu, de
Gijón.
Preparativos de un contingente de manzana para enviar a el País Vasco. |
¡Buen camino!