Isolina Cueli
Hace 500 años que Carlos de Habsburgo (1500-1558) llegó a Villaviciosa
por casualidad. Era un chavalín de 17 años que había nacido en
Gante (Bélgica) y venía a España para ser nombrado rey por las
Cortes de Castilla. El turno para acceder a la corona le correspondía a su
madre, Juana de Castilla (1479-1555), reina jurada por las Cortes de Castilla y Aragón, pero la declararon loca, la
encerraron en Tordesillas 46 años y con una especie de golpe de
Estado colocaron en el trono a aquel adolescente extranjero, que no
hablaba ni español, pero que era más fácil de mangonear por la
camarilla flamenca. Con los años tuvo tiempo para demostrar que, a
pesar de su religiosidad, en su Imperio no había sitio para la
piedad con su madre y se negó a ponerla en libertad.
Escuchamos
y leemos a diario relatos sobre la memoria histórica, pero quiénes
la promocionan hoy sólo miran la Historia de reojo y apenas llegan a
los principios del siglo XX, y como no se molestan en conocer más a
fondo de dónde venimos, son capaces de ensalzar a Carlos I, como si
hubiese sido un santo, pasando por alto todos los cadáveres que dejó
a su paso. Esa memoria sí la tienen fresca en su tierra natal y
nombrar a Calos V en Gante (Bélgica) es como mentar al demonio.
Villaviciosa,
que ya se llamaba así hace 500 años, exprime la efeméride del
desembarco en Tazones con varias iniciativas que recuerdan aquel
acontecimiento y con un lema muy comprometido: "Ven a
Villaviciosa y siéntete como un rey". Y la pregunta es: ¿cómo
se siente un rey? Habría que preguntárselo estos días a Juan
Carlos I, marginado de los actos que conmemoraban los 40 años de
elecciones democráticas en España. Igual nos llevábamos una
sorpresa.
La ría, con Villaviciosa al fondo, desde el Camino Real. I.C. |
Busto de Carlos I en Yuste. I.C. |
Los
restos de Carlos I se encuentran en el monasterio de Yuste, en la
comarca extremeña de La Vera, donde acabó su tenso e intenso camino vital y
a donde llegan miles de visitantes cada año. Allí no fabrican chocolate de
renombre, pero sí son conocidos por los excelentes productos de la
huerta. El valor añadido a su economía lo da el tirón turístico
que, a título póstumo, les proporciona el rey.
¡Buen camino!
¡Buen camino!